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viernes, 19 de julio de 2019

HISTORIA DE LA PLAZA O' LEARY


NOTICIAS CON SUDOR DE PUEBLO
UBCH TV.
REPORTA: CARLOS PEREZ


UBCH TV. 19-07-2019. Su construcción se inició en 1944 como parte del encargo que hiciera el presidente Isaías Medina Angarita al arquitecto Carlos Raúl Villanueva, para que construyera la urbanización El Silencio. Villanueva diseñó la plaza y le pidió al artista Francisco Narváez que se encargará de las fuentes.
La obra de Narváez lleva por nombre Las Toninas. Cada una está conformada por dos grupos de esculturas, de cuatro mujeres presentadas en distintas posiciones y con vestimentas ligeras que dan la sensación de desnudez. Todas, como de costumbre, talladas en piedra.
El escultor margariteño se inspiró en una leyenda de su tierra insular, que narraba que las toninas rescataban del mar a las personas que se encontraban en peligro. Y el artista logró hacer de las esculturas y del agua una sola composición, de gran atractivo ornamental.
Se inauguró en 1945 con el nombre de Plaza Urdaneta. Pero siete años después cambiaría su nombre, luego que Francisco Narváez concluyera la estatua ecuestre de Rafael Urdaneta y fuese colocada en la plaza, ubicada en La Candelaria. Desde entonces se rebautizó como Plaza O’Leary, en honor a Daniel Florencio O’Leary, un irlandés que luchó en los ejércitos independentistas comandados por José Antonio Páez, José Antonio Anzoátegui y Simón Bolívar, de quien además fue su edecán y lo acompañó en sus luchas por la unión de la Gran Colombia.
Maldición antigua
En 1658, una maldición cayó sobre unas rancherías situadas al oeste de la quebrada Caroata. La peste acabó con la vida de toda una población y sólo quedó El Silencio. Las beatas de la zona sentenciaron en aquel entonces que la epidemia era un merecido castigo que la providencia lanzaba contra los paganos que atentaban contra la moral y las buenas costumbres.
Tal parece que la sentencia fatal recae en el sector para siempre, y la Plaza O'Leary es testigo. Prueba de ello es la gran cantidad de cédulas y monederos que se encontraron tirados entre las plantas que hasta hace poco llenaban de naturaleza el lugar, mientras se despejaba el lugar para la recuperación. De hecho, este pequeño bosque que se levantaba aproximadamente medio metro, servía de cueva a los indigentes y de cama a los violadores y, por si fuera poco, de los árboles saltaban los ladrones sobre sus presas.
El cambio ambiental de la plaza O'Leary, en vista de que las matas eran silentes aliadas de múltiples fechorías, se basa en un paisajismo con plantas más pequeñas, entre las que se cuentan el capacho, la corona de cristo, la cucaracha y la Ixora Rojas enana.



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