NOTICIAS CON SUDOR DE PUEBLO
UBCH TV.
RT
Una red de campesinos y científicos han llevado su trabajo a
la tierra y a los laboratorios para recuperar la variedad venezolana de este
tubérculo, que posee una semilla de alta calidad genética y libre de patógenos.
¿Cómo Venezuela ha ahorrado más de 400 millones de dólares
con la semilla de papa?
Muestra la flor de la semilla de papa en la 'Agrofinca
Salas' en San
Las leyendas andinas suelen hablar de la papa como un tesoro
oculto bajo la tierra que es encontrado en los momentos más difíciles.
La patata, como también se le conoce a esta planta herbácea
originaria de la región andina, en Suramérica, es el tercer cultivo alimenticio
más importante del mundo, rico en vitaminas, minerales y propiedades curativas.
Durante años, su semilla fue comprada por Venezuela a otros
países, a pesar de que se daba en sus suelos. La situación económica, la
escasez y altos precios de los insumos agrícolas y la dificultad de la
importación, producto del bloqueo de cuentas del Estado venezolano en el
exterior, dieron un vuelco a esta realidad e hicieron que el país
latinoamericano volviera a sus tierras para encontrar esa riqueza escondida.
Tan cerca, tan lejos
A tan solo una hora del congestionado centro de Caracas, en
el estado vecino de Miranda, está la parroquia San Pedro de los Altos, una zona
de montañas y terrazas de sembradíos, a la que pertenece Pozo de Rosas, uno de
los núcleos donde los productores de papa aceptaron el reto de trabajar con
semillas venezolanas de alta calidad genética y fitosanitaria junto a un grupo
de científicos de la Corporación para el Desarrollo Científico y Tecnológico
(Codecyt), que pertenece al Ministerio de Ciencia y Tecnología venezolano.
René David Jiménez, agricultor de la hacienda 'Las Marías',
va por un intrincado camino sobre una moto. Hace una señal para decir que falta
poco para arribar a su aislado terreno, al que se llega tras media hora de
trayecto por una carretera carcomida y llena de curvas.
En su parcela de siete hectáreas siembra desde hace 27 años,
junto a sus tres hermanos y un sobrino. Allí tienen tres variedades del
tubérculo: sasi, angostureña y andinita.
Explica que desde hace tres años no usan la semilla
importada, lo que ha sido un "cambio magnífico". Además, afirma que
se ha mejorado el rendimiento en toneladas, no se ven en la necesidad de
utilizar abono y han disminuido dramáticamente el uso de agrotóxicos.
En Venezuela se aprobó en 2015 la 'Ley de Semillas', cuyo
objetivo es proteger y garantizar la producción, uso de la semilla e
investigación "desde una visión agroecológica socialista",
privilegiando su producción nacional, de calidad y libre de transgénicos. Ese
mismo año, la papa endógena fue declarada 'Bien de Interés Cultural'.
Millones de dólares menos
La presidenta del Codecyt, Gabriela Jiménez, se encuentra en
el núcleo base de la 'Agrofinca Salas', de 23 hectáreas. Allí, entre las hojas
verde oscuro del tubérculo, señala una flor blanca y explica que por su tamaño,
homogeneidad y color se puede identificar la variedad de papa. También, se
puede saber "cómo se siente la semilla, cómo es su crecimiento, su
producción". "Nos habla. Es una planta fértil", dice.
La recién nombrada ministra de Ciencia y Tecnología explica
desde Pozo de Rosas que el proyecto de siembra de papas con semilla nativa es
parte de un programa llamado 'Alianza Científico-Campesina', que se desarrolla
con la Asociación de Productores Integrales del Páramo (Proinpa), en
Mucuchíes, la ciudad de mayor altitud de Venezuela, en el estado Mérida, a
unos 577 kilómetros de distancia.
Asevera que se han ahorrado más de 400 millones de dólares,
destinados a la compra de simientes en el exterior. En el proyecto, cuyos
recursos maneja el Fondo Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación
(Fonacit), también participan actores importantes de los sistemas
agroalimentarios del país y semilleristas de los estados Lara, Carabobo,
Miranda y Trujillo.
La licenciada y magíster en Biología considera que la
biotecnología es una herramienta fundamental para "rescatar, conservar y
multiplicar la semilla campesina y sembrarla".
La demanda nacional de consumo del carbohidrato se encuentra
entre los 12 y 14 kilogramos por habitante y se requieren 30.000 hectáreas de
siembra y 30.000 toneladas.
En cada uno de estas sembradíos, con productores del núcleo
de los altos mirandinos, se ha logrado un rendimiento de hasta 70 toneladas, hasta
los momentos.
El puente
Reina Prieto, ingeniero forestal de las ciencias del agro,
conoce de memoria los caminos serpenteantes que llevan a las parcelas en San
Pedro de los Altos. Al llegar a cada una es recibida por los productores que
inmediatamente le cuentan cómo van las plantas.
Ella actúa como un puente entre los científicos y quienes
están en el terreno. Su participación ocurre después de que el laboratorio
produce sus semillas pre básicas (que aún no son para el consumo), "que se
aclimatan dentro de invernaderos, donde obtienen la fortaleza necesaria para ir
al campo".
Al llegar a los sembradíos, evalúa, junto a los hombres del
campo, el progreso de las plantas.Tras esas conversaciones, va en sentido
contrario, es decir, lleva los testimonios al laboratorio para que quienes
hacen los estudios y análisis del suelo verifiquen si hay alguna bacteria o un
agente patógeno en alguna muestra que haya llevado.
Posteriormente, se realizan pruebas para determinar el tipo
de afectación existe y si es posible tomar medidas para resolver el problema.
"Es un trabajo constante de investigación, planificado bajo unos
parámetros de organización", explica.
La especialista afirma que, si bien se intenta convencer a
los productores de que hay otras variedades de papa de "alta resistencia
genética", también corresponde a los consumidores probar otros tipos.
"Es un cambio de paradigma", asegura.
Una cadena de papas
Los campesinos de San Pedro de los Altos recuerdan esa
reunión de más de 60 personas donde, tras proponer un plan siembra de papa sin
la semilla entregada inmediatamente, la gran mayoría no quiso participar.
Luis Salas, en la agrofinca que lleva su apellido, de 23
hectáreas, comenta que siembran variedades andinita, maria bonita, angostureña,
atlantic y sasi. Compara los rendimientos entre la semilla importada y la
nativa y aún se asombra: "Antes teníamos 15 toneladas por hectárea y
ahora, con la semilla prebásica, obtuvimos 70 toneladas".
Manifiesta que aún no poseen tubérculos para el alimento
debido a que el proceso de siembra y resiembra se extiende por dos años, hasta
tener una semilla óptima, resistente y libre de patógenos. En ese lapso, que
los investigadores venezolanos redujeron de cinco a dos años, obtienen varias
clases de semillas: pre básica, básica, registrada y certificada (que es para
consumo).
Productores junto a la presidenta del Cendyt, Gabriela
Jiménez y al constituyentista Gerardo "Lalo" Rivas en San Pedro de los
Altos, en Miranda, Venezuela. / Cortesía de Candi Moncada.
El simiente ya certificado puede ser vendido a otros
productores para que realicen ese mismo proceso. En ese caso, el Codecyt se
queda con un porcentaje, de aproximadamente 30 %, para realizar una nueva
selección de agricultores que quieran formar parte del proyecto y volver a
iniciar la cadena.
Luis, que comenzó a sembrar hace dos décadas, cuando apenas
tenía 16 años, afirma que ante el rendimiento visible de la semilla venezolana
varios campesinos que se negaron en un inicio a participar en el proyecto han
manifestado su interés de formar parte de él.
Todo queda en los Andes
Rodrigo Contreras, de la finca 'La Galera', también en San
Pedro de los Altos, es directo. Se entusiasmó con el proyecto porque se lo
expuso Gerardo "Lalo" Rivas, constituyente campesino e integrante de
Proinpa. "Creí en el hombre porque venía de Mérida: uno es andino y sabe
que el andino no es mentiroso", dice riendo.
El reto era sembrar una papa proveniente de Mucuchíes, a
casi 600 kilómetros de distancia y con una altura sobre el nivel del mar tres
veces mayor que San Pedro de los Altos. "Mucha gente se corrió, pero seguí
porque Luis Salas ya tenía la primera cosecha de la variedad andinita".
Rodrigo Contreras, de la finca 'La Galera', en San Pedro de
los Altos, estado Miranda, en Venezuela.
Por su parte, el constituyente agrega que esta papa
producida en Venezuela "no tiene nada que envidiarle a la de los países
desarrollados". "Hemos sido pioneros, nuestro trabajo es con ciencia
y tecnología porque los científicos deben trabajar en la producción de comida.
Un país es soberano cuando produce lo que se come".
Bajo tierra
La idea es que estos agricultores de los altos del estado
Miranda tengan simientes resguardados, que puedan vender a otros, bajo la
supervisión de Codecyt. "Tiene que ser un productor serio, comprometido y
responsable. No queremos entrar en las cadenas dañinas", agrega Reina.
Arado con bueyes en la 'Agrofinca Salas' en San Pedro de los
Altos, en el estado Miranda, en Venezuela. / Cortesía de Candi Moncada.
Esta red, integrada por 21 científicos y 1.500 campesinos,
tiene como propósito generar espacios de producción endógenos, soberanos y
ecológicos donde se "reencuentren los saberes ancestrales con la ciencia y
la tecnología", asevera la presidenta de Codecyt.
Sobre la tierra, los brazos de hombres del campo junto a los
hombres de ciencia; bajo la tierra, las papas como una riqueza vegetal que se
multiplica aún en tiempos duros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario