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CNN
Fernando Díaz dejó su trabajo, su familia y su hogar para
unirse a un movimiento para derrocar al gobierno del cuestionado Nicolás
Maduro. Ahora, el ex sargento de la Guardia Nacional de Venezuela parece
desesperado y enojado. Está harto de esperar a que llegue la revolución, y hay
fatiga en sus frases cortas y rápidas.
“Estoy furioso”, dijo a CNN el hombre de 27 años, cuyo
nombre ha sido cambiado para proteger su identidad. “Pensé que íbamos a
recuperar Venezuela, liberarla. Que íbamos a volver, organizarnos en grupos
para detener la usurpación, pero al final no hicimos nada de eso”. Casi lamenta
su decisión de desertar del Ejército venezolano.
Ahora se enfrenta a sus últimos días en la ciudad fronteriza
colombiana de Cúcuta, mientras se prepara para convertirse en un civil
nuevamente, a instancias del Gobierno colombiano. Después de un mes de espera
para unirse a una rebelión en Venezuela, su principal preocupación se ha
centrado en mantenerse a sí mismo y a su esposa embarazada.
Díaz es uno de los más de 1.500 soldados que atendieron
llamados de Estados Unidos, Colombia y el movimiento opositor venezolano para
dar la espalda a su asediado presidente Nicolás Maduro y apoyar al nuevo líder
Juan Guaidó. Desde que dio un paso adelante en enero de este año juramentando
como presidente encargado, Guaidó, el presidente de la Asamblea Nacional,
controlada por la oposición, ha sido reconocido por más de 50 países de todo el
mundo como el legítimo presidente interino de Venezuela.
La lealtad de la fuerza armada de un país a menudo es clave
para el cambio exitoso de régimen, y los soldados y policías venezolanos que
desertaron fueron bienvenidos a lo que Guaidó describió como “el lado correcto
de la historia”. Muchos creyeron que sus habilidades serían utilizadas en un
derrocamiento armado: estaban “del lado de la Constitución”, después de todo,
como dijo el joven líder carismático.
El 30 de abril, Guaidó apareció en un video de las redes
sociales ampliamente compartido en el que pedía a los militares que se
levantaran contra Maduro. En una imagen impactante, Leopoldo López, el líder de
la oposición y su mentor y quien por mucho tiempo ha estado bajo arresto
domiciliario, se encontraba a su lado; ambos estaban flanqueada por soldados.
Esto parecía un comienzo para algo revolucionario. Fue “el principio del fin de
la usurpación [de Maduro]”, declaró Guaidó.
Díaz escuchó la llamada y desertó del Ejército el 1 de mayo.
Con su uniforme militar para evitar sospechas, viajó con su esposa desde la
capital, Caracas, hasta la frontera. Luego se cambió a ropa civil y pagó a “colectivos”,
grupos de milicias progubernamentales, para que les permitieran tomar uno de
los muchos caminos ilegales llamados “trochas” para cruzar a Colombia.
Pero había muy pocos como Díaz, y la emoción de ese día fue
rápidamente reprimida. Guaidó luego admitió que no pudo motivar a suficientes
miembros de las fuerzas armadas para unirse al equipo de la oposición. El
ministro de Defensa de Venezuela, Vladimir Padrino, dijo más tarde que Guaidó
estaba “tratando de romper el honor militar, que es lo más sagrado que tiene un
soldado de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana”. Mientras tanto, Maduro ha
intentado afirmar a través de videos y declaraciones que las fuerzas armadas
del país están unidas detrás de él
Dado que el impulso revolucionario de la oposición
venezolana se ha demorado durante semanas y meses, los militares desertores y
sus familias de refugiados esperaron ansiosamente en los confines de sus
hoteles en Colombia. Díaz y su esposa fueron dirigidos a uno por funcionarios
colombianos luego de una entrevista en la frontera.
La mayoría de los desertores fueron enviados a hoteles por
autoridades colombianas de inmigración, oficiales militares u oficiales de la
oposición venezolana. El Alto Comisionado Nacional para los Refugiados (ACNUR)
también ha ayudado a desertores como Díaz a establecerse y comenzar a procesar
sus papeles como refugiados. Díaz dijo que no sabe quién ha estado pagando por
su hotel.
En respuesta a las preguntas de CNN, ni el Ministerio de
Relaciones Exteriores de Colombia ni la oposición venezolana han reclamado
crédito por financiar el alojamiento de los desertores. “El Gobierno colombiano
ha buscado y seguirá buscando recursos financieros para el desarrollo
estratégico que permita la mejor atención para los exmilitares y sus familias”,
dijo a CNN el Ministerio de Relaciones Exteriores de Colombia.
El 15 de mayo, finalmente llegó un cambio. Pero no era el
cambio en Venezuela que Díaz estaba esperando; en cambio, fue un cambio en la
política del gobierno colombiano, que anunció varias iniciativas para alentar a
los desertores y sus 600 miembros de la familia a volver a ser civiles
financieramente independientes. Un programa voluntario llamado Permiso Especial
de Permanencia (PEP) les permitiría vivir y trabajar legalmente en el país.
Otra opción ofrece a los desertores un estipendio de tres meses para ayudarlos
a ponerse en pie financieramente.
El PEP está diseñado para permitir a los exmilitares
venezolanos un “mecanismo temporal de protección”, dijo Christian Krüger
Sarmiento, director general de Migración Colombia, en una conferencia de prensa
a fines de mayo. Krüger agregó que Colombia quiere que estos hombres y mujeres
formen parte de su crecimiento económico.
Díaz dijo que planea tomar el estipendio colombiano (250.000
pesos por mes, o aproximadamente 74 dólares), y usar el dinero para viajar a
Chile donde tiene amigos y espera encontrar un trabajo. Eventualmente, él
quiere regresar a Venezuela, pero no ahora. “Quiero regresar y continuar con mi
vida y con mi familia, luchar por todo lo que dejamos atrás”, dijo Díaz.
Pero otros desertores todavía están esperando que los
llamen. “Espero las instrucciones”, dijo a CNN el desertor William Cancino
González, de 24 años. “Estoy listo y dispuesto a regresar a Venezuela porque la
única solución es armada. Nicolás Maduro no se rendirá. Esto tiene que ser
armado y yo estoy esperando”. Mientras tanto, este ex oficial de la Fuerzas de
Acciones Especiales (FAES) dijo que se quedaría en Cúcuta en busca de trabajo
“hasta que llegue el día”.
Eso podría significar renunciar a las armas. Según Cancino
González, Colombia ha prohibido a los desertores venezolanos trabajar en
seguridad, o cualquier trabajo que requiera contacto con armas. Dijo que
buscaría un trabajo en un restaurante por ahora, o “lo que surja”.
De vuelta en Venezuela, Guaidó continúa hablando
públicamente en un intento de mantener el impulso, mientras su gobierno
paralelo intenta negociaciones. Pero ni Maduro ni Guaidó parecen dispuestos a
conceder mucho; las reuniones entre funcionarios gubernamentales y enviados de la
oposición celebradas en Noruega el pasado miércoles terminaron sin un acuerdo.
El sábado, Guaidó prometió a un grupo de simpatizantes en el
estado venezolano de Barinas que se presentaría una resolución este año. “Esto
no comenzó en 2019, sino que terminará en 2019”, dijo. “Dejemos que el régimen
decida si salen en buenos o malos términos”.
¿Pero puede inspirar a una masa crítica de las fuerzas
armadas cruciales del país para cambiar de bando? Si desertar significa
esconderse, encontrarse desempleados, arriesgar su seguridad y la de sus
familias, muchos podrían pensarlo dos veces.
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