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LA OPINIÓN
UBCH TV. 09-01-2020. En un abrir y cerrar de ojos. Así cambia la vida y así lo
entienden, desde el 23 de febrero del año pasado, Juan y Francisco*, quienes
hasta ese día hicieron parte de las Fuerzas Armadas Bolivarianas de Venezuela.
Esa fecha, que se inmortalizó en las pantallas de televisión
y primeras planas de los periódicos, mostró cómo algunos militares venezolanos
desertaban de las órdenes del régimen para seguir al autodenominado presidente
Juan Guaidó, quien se posesionó esta semana como presidente de la Asamblea
Nacional, en una sesión acompañada de diputados opositores que se realizó
improvisadamente en la sede del diario El Nacional, en Caracas.
Pero, volviendo a los desertores, conozcamos la historia de
los dos militares que trabajan en Villa del Rosario (Norte de Santander),
municipio fronterizo con Venezuela.
Así va la vida
Ya no llevan armas, están detrás de refrigeradores que
exhiben carne, pollo y embutidos, y usan botas de caucho de caña alta,
delantales plásticos y pañoletas. Se encargan de preparar los productos
cárnicos que despachan a diario en el local comercial en el que laboran. Un
trabajo que jamás pensaron realizar, pero que les da la oportunidad de
subsistir. Lo único que pidieron para hablarle a este diario fue que les
cambiaran las identidades y que no salieran fotografías de sus rostros. “Nos
permite tener el sustento”, dicen ambos.
Juan pasó de ser teniente de la Guardia Nacional a deshuesar
pollos, filetear jamón, salchichón y queso, y por unos minutos frenó su labor
para contar su historia. “Tenía ilusión, me gustaba la formación militar, a
pesar de lo fuerte. Aprendí disciplina, orden, respeto y el valor por la
familia”, señala el teniente que desertó, mientras reitera que no quiere
exponerse con fotos, con algo de desconfianza por lo que ha tenido que vivir en
estos casi 11 meses. Ingresó a los 18 años a la Academia Militar de la Guardia
Nacional, ubicada en Caracas y egresó con el título de licenciado en ciencias y
artes militares y el grado de subteniente.
Desde su llegada a la escuela de oficiales se destacó y
representó a Venezuela en los juegos mundiales de cadetes. En el acto de grado
se ubicó 15 entre 240 alumnos. “Pasé años bonitos, aprendí bastante, pero al
graduarse todo cambia”, agrega Juan, quien recuerda con dolor las órdenes de
represión a los civiles: “Era una obligación y si uno no lo hacía, iba preso”,
agrega Juan, quien ocupó la jefatura de orden público en Valencia, estado
Carabobo, ubicado en la región central del país. “Hubo muchos muertos”, dice el
teniente, mientras baja la mirada en una especie de acto de arrepentimiento.
En el caso del Sargento Francisco, de 29 años, con ocho de
ellos en las Fuerzas Armadas Nacionales Bolivarianas (Fanb), cuenta que siempre
quiso ser militar y logró enfilarse en la Escuela de Guardias Nacionales, donde
se graduó como sargento segundo.
Aunque inicialmente sentía orgullo de estar en esa
institución, con el paso de los años empezó a desmotivarse para cumplir con las
labores asignadas. “Los beneficios que ofrecían ya no eran los mismos. Cuando
pedíamos algo siempre lo negaban y llegué a un punto en el que hacía el trabajo
por entretenerme que por los ingresos recibidos”.
Desertar o morir
La vida del militar venezolano se mantiene en esa
disyuntiva. Recuerda que se cansó de las órdenes de represión y una de estas no
la acató, por lo que fue enviado a prisión por no cumplirla. “Cuando me negué
empezó todo”, dice Juan, recordando que lo perseguían, le intervinieron el
celular y, cómo no, llegaron las represalias: “Me hicieron preso. Estuve en un
calabozo de presos comunes. Gente que yo mismo había llevado a la cárcel y me
trataron como un criminal. Temí por mi vida”.
Aunque logró recuperar su libertad, lo primero que pensó fue
en desertar, porque pedir el retiro era prácticamente imposible en medio de la
tensión militar que vive Venezuela.
“En el caso de los oficiales, quien pida la baja, será
acusado de traición a la patria, con una pena de 20 años”.
La decisión no es fácil, dice Francisco, quien explica que
tuvo que madurar la idea por un buen tiempo, pues por la mente pasan las ideas
de que lo van a matar o que morirá en una cárcel por “traicionar a la patria”.
“Lo pensé mucho por mi familia, pero era una decisión que tenía que tomar
porque ahí adentro ya no quería estar”.
Llegó el día en que la decisión se tomó, desertó y lo que
más temía “¿de qué voy a vivir?”, empezó a hacer estragos en su mente.
Los temores de Francisco, no se materializaron. Desertar y
pasar por una trocha le cambió la vida, pues consiguió trabajo y pudo darse
cuenta que en la vida civil podía ganar un mejor sueldo que en la Guardia.
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venezolana
Al poco tiempo de haber huido, con menos de un año de
trabajo, Francisco ya compró un lote de terreno en donde comienza a construir
la vivienda que compartirá con su esposa. “Por ahora no vamos a tener niños.
Aquí el ascenso ha sido más rápido que en Venezuela”.
Agradece a Colombia por la oportunidad que le da de trabajar
y poder enviar algo de dinero a sus padres, quienes siguen sobreviviendo en el
país vecino.
Cambio de vida
Más allá del 23 de febrero, fecha en que un llamado de
Guaidó movió a militares a dejar las armas y cruzar a través de los pasos
ilegales, la dinámica no se ha detenido y decenas de ellos siguen llegando a
este territorio.
El gobierno colombiano, de acuerdo con ambos desertores, ha
sido receptivo y por ahora no les ha faltado trabajo. “Voy a gestionar un
asilo. Ahora estoy ilegal. Pero aquí no tengo el peso y la presión que sentía
allá, a donde no pienso regresar hasta que se vaya el gobierno”, agrega Juan.
Pero el dolor se le nota en los ojos cuando se le pregunta
por su familia, pues sigue en Venezuela, aunque dice que “no los han
molestado”, refiriéndose a las fuerzas militares de ese país.
El cambio de vida no le quitó sus viejos amigos y
compañeros, pues comenta que hay militares que le escriben para preguntarle por
cómo es la vida en Colombia. “Tienen dudas. No saben si quedarse o salir,
aunque muchos ya están aquí, Perú, Ecuador o Chile”, lo que para él revela que
en las fuerzas armadas hay desconfianza y tienen dudas de desertar o morir.
*Los nombres fueron cambiados por protección.
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