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UBCH TV. 13-10-2019. Diez días de protestas contra el Gobierno de Lenín Moreno
han convertido a Quito en un campo de batalla, donde las movilizaciones
convocan a múltiples sectores de la sociedad ecuatoriana.
Quito se ha convertido en un campo de batalla: barricadas, incendios,
multitudes, corridas, gases, heridos, muertos. La escenografía alcanzó su punto
máximo el 12 de octubre cuando el presidente Lenín Moreno anunció que el toque
de queda, vigente desde el día 9, sería a partir de las 3:00 de la tarde en vez
de las 8:00 de la noche.
A la hora de su anuncio las avenidas principales que
desembocan sobre la Asamblea Nacional, epicentro de las manifestaciones,
reunían a miles de personas en medio de humaredas.
No eran solamente indígenas sino de muchos sectores sociales:
jóvenes, profesionales, trabajadores, estudiantes, mujeres, personas
solidarias, enojadas, hartas, con un descontento profundo con el Gobierno,
destaca la nota publicada por Sputnik.
El 12 de octubre fue cuando con más nitidez pudo verse cómo
se acercaron más sectores a la movilización.
Raquel Tovar, por ejemplo, técnica dental, explicó estar
“apoyando a mi pueblo, a mi patria, me da muchísimo dolor ver cómo los están
matando, lo que están haciendo con los indígenas, no tienen compasión,
corazón”.
Como ellas se hicieron presentes muchas personas, en un
proceso de confluencia al llamado para hacer que Lenín Moreno dé marcha atrás
con las medidas económicas que enfrentan, al igual que su persona, un amplio
rechazo popular.
“Esto es una injusticia que hacen, matar a hombres, mujeres,
solo por estar luchando por nuestros derechos (…) somos el pueblo que lucha,
estoy orgullosa de mi gente indígena porque yo me siento indígena también”,
dijo una señora al regresar de una barricada.
La solidaridad entre la gente de Quito y el movimiento
indígena se manifestó de muchas maneras. Una de ellas fue la permanente labor
de las brigadas de médicos voluntarios, así como del constante ir y venir de
camionetas con alimentos e insumos, muchas veces caseros —como paños mojados
con limón— para hacer frente al efecto de los gases lacrimógenos.
Otra imagen del encuentro entre diferentes sectores se dio
con las movilizaciones que iniciaron desde diferentes barrios populares de la
capital que se fueron sumando de a poco al punto central del enfrentamiento. Se
vieron pasar columnas con banderas de Ecuador y la misma consigna repetida:
“fuera Moreno fuera”.
El Gobierno optó por varias tácticas ante esa situación.
Intentó generar miedo con el anuncio del toque de queda, luego con la represión
masiva que le siguió, y finalmente con el despliegue de militares en las
calles. El objetivo fue aislar hasta acorralar al movimiento indígena ante una
ciudad vacía por la prohibición de estar en la calle.
“Somos gente que estamos protestando por un bien común, un
bien para todos, no queremos ser más pobres de lo que ya estamos, la gente
pobre que puede comprar un pan ya no va a poder siquiera comer, y ese es el
pueblo que está reclamando eso, si la gente no se levanta hoy este Gobierno se
va a seguir llenando los bolsillos de dinero”, dijo un joven, uno de los tantos
que han protagonizado estas jornadas.
El objetivo de aislar políticamente al movimiento indígena
fue impedido por el cacerolazo que atravesó la ciudad de Quito y en varias
partes del país durante la noche.
Así quedó nuevamente ratificado que Lenín Moreno no enfrenta
una protesta de los indígenas, sino que está ante una crisis de legitimidad
producto de sus decisiones y su violencia que no paró de escalar en los diez
días de protesta.
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