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UBCH TV. 10-10-2019. La inminencia de mayor miseria, y de hambruna, como las
impuestas por Macri a millones de argentinos, hizo estallar la gran rebelión
indígena y popular en Ecuador contra el cruel paquetazo decretado por Lenín
Moreno a principios de octubre. El decreto está integrado por medidas
draconianas dictadas por el Fondo Monetario Internacional(FMI) a cambio de
conceder al país un préstamo de 4 mil 200 millones de dólares. Curiosamente,
antes Moreno perdonó multas e intereses a los grandes grupos económicos por más
de 4500 millones de dólares, lo que descapitalizó al Estado y condujo al
aumento del desempleo, de la pobreza y la pobreza extrema. O sea, el préstamo
del FMI equivale al monto de la condonación de obligaciones fiscales a los
multimillonarios y, sumado a esa medida, implica empujar a una situación aun
más desesperada de la que ya vivían grandes sectores de la población
ecuatoriana.
Moreno, una piltrafa humana
A cambio del préstamo el FMI exige el aumento del IVA, la
liberación del precio del combustible, la privatización de los sectores
estratégicos, la “reforma” laboral, modificar el estatuto del Banco Central y
duras medidas para “equilibrar” las cuentas públicas, entre ellas despedir a 23
mil funcionarios, sumados a decenas de miles que ya habían corrido igual
suerte. Moreno parece olvidar que otro acuerdo con el FMI del presidente Lucio
Gutiérrez en 2003 fue la causa principal por la que un levantamiento popular lo
obligó a dejar el cargo sin terminar el mandato. Justo a partir de allí se creó
el clima propicio para el estallido de la rebelión de los forajidos, el arribo
a la presidencia en 2007 de Rafael Correa con una copiosa votación y el inicio
de una década de avances económicos, sociales, políticos y culturales sin
precedentes en el país.
Ahora la chispa que incendió la pradera fue el súbito
aumento del precio de los carburantes y, casi de inmediato, del transporte
público, una vez que las autoridades llegaron a acuerdos con los líderes de los
transportistas para desactivar la huelga general que habían puesto en marcha.
Pero, acto seguido, el gobierno, que imaginaba haber controlado la situación,
se topó con el estallido de una movilización indígena en la sierra y la
Amazonía coincidentemente con protestas populares de trabajadores, estudiantes
y mujeres en todas las ciudades del país, que tuvieron su clímax en la huelga
general convocada para el 9 de octubre por la Confederación de Nacionalidades
Indígenas de Ecuador(CONAIE). Moreno, inconstitucionalmente, decretó el estado
de excepción por 60 días y a su amparo militarizó el país, estableció el toque
de queda en diversos sitios y sectores, usó la violencia, incluso contra la
expresión de ideas distintas a las neoliberales, lo que explica la censura y
persecución a periodistas y medios, como el caso de radio Universal Pichincha.
El jefe del Ejecutivo ecuatoriano emula a los dictadores suramericanos de los
sesenta y los setenta.
Es fácil comprender la indignación detonadora de las
protestas actuales, pues al desmantelamiento de casi todos los programas,
derechos económicos, sociales y libertades democráticas instaurados por el
presidente Correa se suma ahora un tremendo aumento del precio de los
carburantes. El diésel subió de 1.03 a 2.30 dólares y la gasolina llamada extra
de 1.85 a 2. 39 dólares, lo que llevará a un aumento insoportable del precio de
la canasta básica y de los servicios públicos. La situación recuerda al
Caracazo(1989) y el salvaje aumento del combustible y del transporte público
que lo hizo estallar. La bárbara represión ha sido denunciada con alarma por
varias instancias de la ONU, organismos defensores de derechos humanos y la Red
En Defensa de la Humanidad. El día 8 en Quito, en violación de todos los
protocolos y normas internacionales y la propia Constitución ecuatoriana,
además del uso masivo de gases lacrimógenos y de violencia feroz contra los
manifestantes se llegó a emplear fuego real, incluso contra un hospital del
centro de la capital donde se refugiaban. Los presos se cuentan por centenares,
por decenas los heridos y cinco personas muertas, una vuelta al peor estilo
neoliberal de los noventas por el gobierno que ya todos califican como el peor
que ha tenido el país. La persecución política e incitación al odio llega al
extremo que el propio Moreno acusa sin pruebas al ex presidente Correa y a
Ricardo Patiño, Virgilio Hernández y Paola Pavón, líderes del Movimiento
Revolución Ciudadana, de pretender desestabilizar su gobierno. No podía dejar
de acusar, también sin pruebas, al presidente Maduro, a lo que, para colmo de
la ridiculez y el sinsentido, se sumaban los más serviles gobiernos de Estados
Unidos en nuestra región. La situación ha llegado a un punto muerto en que
Moreno se niega a retirar el paquetazo, condición que ha puesto la CONAIE para
iniciar un diálogo. Esto anuncia intensas jornadas de lucha callejera por
delante. Correa desafía al sátrapa a convocar elecciones y afirma que, aunque
inhabilitado por los jueces de Moreno para aspirar a la presidencia, se puede
presentar en cualquier otro cargo desde vicepresidente.
No hay nada más ruin que un traidor como Moreno, quien
después de militar en la Revolución Ciudadana, de haber sido vicepresidente con
Correa y electo a la presidencia gracias al apoyo de este, al día siguiente se arrodilló
ante Estados Unidos y la oligarquía local. Luego se supo que, a diferencia de
sus ex compañeros, es un corrupto. Muy probablemente se dejó chantajear por la
CIA. Una verdadera piltrafa.
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